No cabe ningún tipo de duda de que los métodos de educación han dado un vuelco considerable en los últimos años. La imparable irrupción de las tecnologías en las aulas ha provocado que los libros y cuadernos, poco a poco, queden relegados a un segundo plano en beneficio de las tabletas, los ordenadores y las apps educativas para niños.
Solo hay que recordar un pasado no especialmente lejano, en el que el equipo básico del alumno se transportaba en mochilas bien cargadas, en la que no faltaban media docena de libros de texto, varios cuadernos, estuche con toda clase de elementos de papelería, un buen diccionario para clase de lengua, calculadora y, como no, ese fantástico atlas que durante años se convirtió en el mejor Google Maps de nuestra infancia.
El protagonismo de la tecnología
¿Te has dado cuenta de que todos esos artículos que antes llenaban una mochila en la que a duras penas cabía el bocadillo para el recreo, ahora pueden contenerse en la memoria de un teléfono móvil?
Esta solo es una muestra de cómo la tecnología lo ha cambiado todo en la educación. Y no solo hablamos de material escolar. La enseñanza como metodología, el proceso de aprendizaje, poco tiene que ver con lo que vivimos en nuestros años de estudio. En un mundo en el que la pandemia lo ha cambiado todo, la forma de aprender de los más pequeños ha vivido una revolución tan importante que si se hubiera planteado hace pocos años, lo hubiéramos considerado como algo muy alejado de la realidad. ¿Alguien imagina una clase magistral de Historia, impartida de forma telemática hace veinte años?
Todo ello, además, cuaja perfectamente cuando estos procesos se aplican a una generación nativa digital que ha asimilado la tecnología como su principal herramienta de interacción y conocimiento, y que les permite moverse como pez en el agua entre unas nuevas metodologías educativas que, por otro lado, logran atraer la atención del alumno con más facilidad que otros medios tradicionales.
Y si por parte del receptor, la tecnología es la llave de la educación del futuro, esta se convierte en un potente aliado para el formador que tiene que transmitir sus conocimientos al alumnado. En el III Estudio sobre el Empleo de la Tecnología en el Aula, un 91 % de los profesores encuestados declararon usar las nuevas tecnologías a diario o varias veces a la semana. Además, un 80,8 % valoraron como principal ventaja de su uso el acceso a contenidos y recursos, mientras que un 66,1 % afirmaron que el empleo de la tecnología en la educación favorecía una mayor motivación de los alumnos.
¿Clases online? ¿Apps educativas? ¿Pizarras digitales? ¿Realidad virtual? Son muchas las propuestas que se lanzan desde el sector educativo y que se reflejan en una mayor facilidad de los docentes para educar a sus alumnos. Algo que además puede ser extrapolable al hogar de los estudiantes, ya que muchas de ellas pueden llegar a ser muy útiles para unos padres que ya no ven las pantallas de los dispositivos electrónicos como el gran enemigo al que mantener alejado de sus hijos a toda costa, y que ya entienden que un uso correcto de ellas puede suponer un aliado de primer nivel para lograr los objetivos educativos de sus hijos.