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Jose M. Martínez-Sánchez, Universitat Internacional de Catalunya; Àurea Cartanyà Hueso, Universitat Internacional de Catalunya y Cristina Lidón-Moyano, Universitat Internacional de Catalunya

En los últimos años hemos aumentado exponencialmente el tiempo que pasamos delante de la pantalla de nuestros teléfonos móviles. Lo peor del asunto es que la población infantil no ha escapado de ese exceso de exposición.

Con demasiada frecuencia vemos a niños con pataletas porque sus padres no les dejan el móvil o a grupos de adolescentes enganchados a sus dispositivos en vez de interactuar entre ellos.

Concretamente en España, el 33 % de los niños ha tenido contacto con las pantallas antes de los 3 años. Asimismo, el 66 % de los niños españoles de entre 10 y 15 años tiene su propio smartphone. Por último, se calcula que el 40 % de los menores de 15 años pasa más de dos horas de su tiempo libre frente a un dispositivo.

Quienes consideren estas cifras exageradas, basta con que comprueben las horas de uso en su propio móvil. También pueden hacer lo mismo con los de sus hijos a través de las opciones de ajustes o utilizando alguna aplicación de control parental. Los resultados, normalmente, sorprenden.

Eso sí, hay que reconocer que en gran medida se debe a que las pantallas de los móviles cada día están más presentes en las rutinas cotidianas de la población. Además, su uso está socialmente aceptado, por lo que se tiende a normalizar.

Recomendaciones difusas

Sin duda alguna, una gran parte del tiempo en pantalla en la población adolescente se dedica a redes sociales. En este sentido, recientemente se ha estrenado el documental El dilema de las redes en la plataforma Netflix.

Este documental, con gran éxito de audiencia, ha puesto de manifiesto el trasfondo de las mismas. Sin embargo, aún desconocemos qué es exactamente lo que hacen los niños cuando usan los teléfonos móviles, así como el impacto en su desarrollo y salud.

Las recomendaciones óptimas para el uso y exposición a pantallas no están claras. Por un lado, las autoridades sanitarias desalientan el uso de la tecnología digital entre la población infantil, basándose en las evidencias sobre los posibles efectos negativos en el bienestar físico, cognitivo, emocional y social de los niños.

Algunas pautas pediátricas recomiendan reducir el uso de estos dispositivos o incluso evitarlos, particularmente en niños muy pequeños (menores de 2 años). El uso temprano de estos dispositivos puede tener efectos perjudiciales importantes en el desarrollo físico, cognitivo, emocional, neurológico, del lenguaje del niño y sobre su desarrollo social. A lo que se suma que el uso de pantallas es la actividad que más contribuye a un comportamiento sedentario.

La paradoja es que, paralelamente, las autoridades educativas fomentan el uso de la tecnología digital por parte de los niños para prepararlos para vivir (y prosperar) en un mundo digital.

Impacto a largo plazo

De momento, se desconoce el impacto de la exposición a las pantallas en la salud infantil a largo plazo, tanto positivo como negativo. Sin embargo, muchos expertos coinciden en que el tiempo de pantalla sustituye o desplaza el tiempo dedicado a otras rutinas.

Por ejemplo, el tiempo de pantalla justo antes de irse a dormir sustituye a rutinas relajantes como la ducha o el cuento. A lo que se suma que la luz azul de las pantallas hace que estemos más activos y, por lo tanto, que nos cueste más iniciar el sueño.

El tiempo que pasamos frente a las pantallas también hace que se invierta menos en practicar ejercicio físico. Además, parece ser que el tiempo de pantalla es el aliado perfecto de otras conductas poco saludables, como son la comida rápida, los refrescos o los tentempiés.

Por todo ello, podemos decir que nos encontramos ante un gran reto de salud pública. Incluso vaticinar que en los próximos años veremos cómo el uso de pantallas se convierte en un nuevo determinante de la salud infantil.

Pantallas y pandemia

Tampoco podemos olvidar el efecto que ha tenido la pandemia en el tiempo de pantalla en la población más joven. Sobre todo durante el confinamiento, cuando las clases escolares pasaron a ser virtuales.

A eso se añade que la vía de comunicación predominante entre familias y amigos fueron las videollamadas. Tampoco ayudaron las características de las viviendas de hoy en día, demasiado pequeñas, masificadas y sin zonas exteriores.

Con todo ello, el uso de las pantallas es perfectamente compatible con un estilo de vida saludable. Solo hay que tener presente el reto de reducir el tiempo que las utilizamos. Además, es importante no tener demasiada prisa en mostrar los dispositivos de pantalla a los más pequeños.

Basándonos en la evidencia científica deberíamos:

  • Evitar exponer a los más pequeños a los dispositivos de pantalla.
  • Limitar el número de horas (máximo 1 hora diaria en niños entre 2 y 4 años y 2 horas diarias en niños de entre 5 y 17 años).
  • Equilibrar el tiempo libre entre actividades sedentarias, como el uso de dispositivos móviles, y tareas activas.
  • Evitar el uso de pantallas 1 hora antes de irse a la cama, así como reducir la disponibilidad de los dispositivos en las habitaciones.
  • Esquivar los dispositivos móviles durante las comidas.
  • Seleccionar (con ayuda de adultos) contenidos de calidad.

El objetivo, en definitiva, es que las pantallas sumen sin restar salud. Por ello, las autoridades sanitarias y educativas deberían promocionar activamente el uso saludable de las pantallas de los móviles entre la población infantil.


Jose M. Martínez-Sánchez, Epidemiólogo responsable del Grupo de Evaluación de Determinantes de la Salud y Políticas Sanitarias, Universitat Internacional de Catalunya; Àurea Cartanyà Hueso, PhD student and Researcher assistant, Universitat Internacional de Catalunya y Cristina Lidón-Moyano, Grupo de Evaluación de Determinantes de la Salud y Políticas Sanitarias, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.